miércoles, 2 de agosto de 2023

PREDICADORES

Para todo predicador bíblico la Palabra de Dios, 2 Timoteo 4:2 es tierra sagrada y territorio precioso. 

“Predica la palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar.”


En este versículo el apóstol define el mandato primordial para todo predicador, no sólo para Timoteo,  sino para todos los que vendrían después de él. 


El predicador del evangelio está llamado a "¡predica(r) la Palabra!"


Tanto Pablo, como yo a punto de  morir e inspirado por el Espíritu, enseñamos esto para que sirviese como nuestras  últimas palabras  para la iglesia.


 Las palabras de este versículo se sitúan en el inicio del último capítulo de su última carta. 


Sólo e incansable, en un calabozo romano, sin siquiera un manto para mantenerse caliente (v. 13), Pablo escribe una última carta en la cual encomienda a Timoteo y a todo predicador después de él, a proclamar las Escrituras con convicción y valentía.


Pablo entendía lo que estaba en juego: la batuta sagrada de mayordomía del evangelio estaba siendo entregada a la siguiente generación. 


Por otro lado sabía que Timoteo, su hijo en la fe, era joven y propenso a la aprehensión y la timidez. 


Por esta razón él escribió una exhortación final a la fidelidad pastoral con un tono fuerte:


Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina (2 Timoteo 4:1-2).


El corazón de ese breve pasaje resume el ministerio bíblico de un ministro del evangelio: predicar la Palabra.


Ese mandamiento no era algo completamente nuevo, pues ya anteriormente Pablo había informado a Timoteo acerca de de las calificaciones para el liderazgo espiritual. 


En 1 Timoteo 3:2, Pablo le enseño que además de numerosos requisitos morales y espirituales, todo predicador debe tener la habilidad y capacidad de enseñar. 


Su función es ser un predicador de la Biblia, capaz de explicar claramente el texto bíblico y exhortar eficazmente a la congregación.


El llamado a predicar y enseñar la Palabra de Dios es tanto un privilegio sagrado como una responsabilidad sumamente seria la cual debe ser llevada a cabo en todo momento. 


El predicador llamado a predicar tiene la divina responsabilidad de pararse en el púlpito "a tiempo y fuera de tiempo" y llevar a cabo su misión sin importar si ella parezca aceptable o inaceptable, sabio o imprudente. 


El hombre de Dios que ha sido llamado a predicar debe de hacerlo con valentía el llevar el mensaje de Dios para el pueblo de Dios sin importar los vientos de doctrina o la opinión de las personas.


Ser fieles al llamado a proclamar la Palabra requiere predicar todo lo que en ella está escrito, no sólo aquellos aspectos positivos. 


Pablo manda a Timoteo a redargüir, reprender y exhortar a la iglesia, rechazando así la tentación de dejar a un lado las advertencias y correcciones de la Escritura. 


Sin embargo, su reprensión debía llevarse acabo con "toda paciencia y doctrina", marcando la seriedad de su exhortación con compasión y ternura.


Mientras que su pastoreo debe ser caracterizado por mansedumbre y longanimidad, su predicación no debe ser marcada por la incertidumbre o ambigüedad. 


El predicador fiel proclama la verdad de la Palabra de Dios con la confianza y la seguridad que esta demanda, reconociendo que la autoridad en la predicación no proviene de una institución, la educación o la experiencia pastoral, sino de Dios mismo.


Siempre y cuando el sermón interprete claramente el texto bíblico, tal predicación carga con la autoridad del Autor mismo. 


El poder del púlpito está en la Palabra predicada correctamente, al mismo tiempo que el Espíritu usa la Biblia expuesta para perforar el corazón de las personas 


(Efesios 6:17;


“Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.


Hebreos 4:12). 


“Sin duda, la palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón.”

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Consecuentemente, la tarea del predicador es alimentar fielmente el rebaño con la leche pura de la Palabra confiando en que Dios dará el crecimiento.


1 Pedro 2:1-3)


“Por lo tanto, abandonando toda maldad y todo engaño, hipocresía, envidias y toda calumnia, deseen con ansias la leche espiritual pura, como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, crecerán en su salvación, ahora que han probado lo bueno que es el Señor.”

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En los versículos antes y después de 2 Timoteo 4: 2, Pablo proporcionó a Timoteo con la motivación necesaria para mantenerse firme y perseverar hasta el fin, dandole un mandamiento claro: predicar la Palabra, sabiendo que las almas están en juego. 


Pablo dio a Timoteo cinco razones de peso crucial con el fin de equiparlo para la tarea del pastoral y para perseverar en la fidelidad ministerio. 


Estas motivaciones, que se encuentra en 2 Timoteo 3:1–4 son tan aplicables hoy como lo eran cuando el apóstol les escribió hace casi dos milenios.


2 Timoteo 3:1–4


“Ahora bien, ten en cuenta que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. 

La gente estará llena de egoísmo y avaricia; serán jactanciosos, arrogantes, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, insensibles, implacables, calumniadores, libertinos, despiadados, enemigos de todo lo bueno, traicioneros, impetuosos, vanidosos y más amigos del placer que de Dios. Aparentarán ser devotos, pero su conducta desmentirá el poder de la devoción. ¡Con esa gente ni te metas!”


2Timoteo 4:5-8


Tú, por el contrario, sé prudente en todas las circunstancias, soporta los sufrimientos, dedícate a la evangelización, cumple con los deberes de tu ministerio. Yo, por mi parte, ya estoy a punto de ser ofrecido como un sacrificio, y el tiempo de mi partida ha llegado. He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe. Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me otorgará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida.”

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